Lo primero que hay que considerar es la definición de las palabras «dominación» y «sumisión». Según el diccionario:
Dominación: Acción y efecto de dominar, que a la vez significa, tener dominio sobre algo o alguien.
Sumisión: Sometimiento de alguien a otra u otras personas.
Esto me lleva al mundo desconocido para mí, pero no menos interesante, del BDSM (Bondage, sadomasoquismo). Si bien es cierto que existe una diferencia entre el que se ejerce en el ámbito privado, como puede ser el Club Fetish Café o el Club Social Rosas 5, y la profesionalización de esta práctica a cargo, por ejemplo, de Lady Monique de Nemours, tienen el denominador común de sentir placer tanto el que ocasiona el dolor (dominante) como quien lo recibe (sumiso).
Según los expertos, la diferencia entre sumisión y masoquismo, es que el sumiso se entrega al «amo» o «ama» y aguanta el dolor sabiendo que su dominante le gusta. En cambio, el masoquista considera el dolor como algo que le excita sexualmente. Por tanto, piensan que la sumisión surge de forma innata, mientras que el masoquismo se puede crear.
Entonces, como todo es relativo, he llegado a la conclusión que no soy sumisa ya que este rol no lo siento de forma natural aunque sí podría ser masoquista si me lo propusiera. La verdad es que si tengo que elegir un papel de actuación me siento más identificada con el de Domina. Para mí, supone una fantasía verme vestida de látex negro, todo ajustado al cuerpo, con un látigo en la mano y unos tacones de vértigo viendo como mi masoquista particular arrodillado a mis pies, está deseando ser dominado sexualmente por su Ama, gozando de placer, mientras lo ato a la cama.
Uuuummmm… empiezo a percibir la sensación placentera de ver a un hombre mirándome con un deseo irrefrenable que sólo me tendrá si yo quiero.
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